La restauración fluvial como reto.

La restauración ambiental o ecológica en general comporta un proceso muy complejo de gestión de los equilibrios de un sistema natural. En nuestro modelo social avanzado, en el que la sostenibilidad aún es un objetivo utópico pero hacia el que de forma imprescindible y urgente debemos encaminarnos, la restauración se constituye en una herramienta básica para la recuperación de los ecosistemas ya alterados, sin renunciar a objetivos más amplios como la prevención. No  obstante, es cierto que en sociedades económicamente avanzadas, a veces la restauración es un objetivo muy difícil de plantear y la mejora ambiental, la rehabilitación, etc., pasan a ser las herramientas más utilizadas.

Ante el reto o la utopía de la auténtica restauración, en el ámbito concreto de la restauración fluvial, existen nuevas tendencias posibilistas que renuncian al imposible retorno a estados naturales y abogan por una restauración basada en objetivos concretos y factibles, incompleta, pero que responda a criterios de naturalidad y aporte beneficios a la sociedad. Independientemente de que estas herramientas (de rehabilitación y mejora, o de restauración parcial) se sigan utilizando para minimizar los impactos ambientales y lograr aproximarse a un estado aceptable de nuestros ecosistemas, tenemos el deber moral de conservar y mejorar nuestro entorno para traspasarlo a las generaciones futuras en buen estado. En este sentido no podemos renunciar a la verdadera restauración siempre que sea posible.

No obstante, cuando no haya más remedio que renunciar a la restauración en su concepto amplio, habrá que cuidar de diseñar muy bien los proyectos de mejora y rehabilitación ante el riesgo de caer en el puro marketing, perdiendo de vista los objetivos ambientales.

Por ello es importante que tengamos muy claro qué es y qué no es restauración.

Restaurar es restablecer o recuperar un sistema natural a partir de la eliminación de los impactos que lo degradaban y a lo largo de un proceso prolongado en el tiempo, hasta alcanzar un funcionamiento natural y autosostenible. Un sistema natural restaurado habrá recuperado:

  • Los procesos naturales y todas las interacciones entre sus elementos y con otros sistemas.
  • La estructura, es decir, todos sus componentes y flujos en toda su complejidad y diversidad.
  • Las funciones dentro del sistema Tierra (transporte, regulación, hábitat, etc.).
  • El territorio, es decir, el espacio propio y continuo que debe ocupar para desarrollar todos sus procesos y funciones.
  • La dinámica natural a lo largo del tiempo.
  • La resiliencia o fortaleza frente a futuros impactos, su capacidad de auto-regulación y auto-recuperación.
  • Todos los bienes y servicios que aporta a la sociedad.

Por tanto una verdadera restauración pasaría por eliminar los elementos que causan impactos o alteraciones y dejar que el sistema se auto-recupere. La restauración fluvial en este caso se produciría si a los cursos fluviales les damos caudal (el régimen natural de caudales, ver Desarrollo de Tema Importancia de los caudales en la restauración fluvial); espacio (el territorio fluvial o territorio de movilidad fluvial) y tiempo (el necesario para que se restablezcan los procesos y funciones naturales). Para más detalle ver el tema ¿Cómo abordar un proyecto de restauración fluvial?).

En ocasiones el tiempo es un factor que a las generaciones actuales podría costar asumir, pues podrían tener que renunciar a recibir los beneficios de los resultados de sus actuaciones. En estos casos, algunos proyectos pueden contemplar medidas que pretenden acelerar la restauración (por ejemplo plantaciones en las riberas con especies con cierto porte, siembra de semillas en taludes, estaquillados, técnicas de bioingeniería, etc.). Si bien, en un verdadero proceso de restauración el río plantará sólo y con el tiempo  regulará las comunidades vegetales de sus riberas, muchos proyectos contemplan este tipo de acciones que contribuyen a embellecer estéticamente una actuación, a acelerar la colonización vegetal, e incluso a estabilizar márgenes en un período de tiempo mucho más corto. En estos casos la selección de las especies, las técnicas de plantación y el mantenimiento posterior deberán abordarse en detalle con criterios técnicos establecidos por especialistas en la materia.

Alternativas a la verdadera restauración.

Cuando asumimos que es imposible eliminar todos los impactos o factores que alteran el funcionamiento de la dinámica natural de un cauce, entonces es cuando tenemos que optar por los proyectos de mejora ambiental o rehabilitación, que si bien no deberían llamarse de restauración fluvial, si que deben aspirar a restaurar o conservar parte de las funciones y procesos ecológicos del sistema fluvial.

Existen igualmente otras actuaciones que buscan minimizar el impacto de acciones de las cuales somos conscientes que van a alterar e impactar sobre los cauces fluviales y sus dinámicas. Independientemente del debate social sobre el cuestionamiento o necesidad de dichas actuaciones, cuando éstas se realicen, técnicamente debemos abordarlas de forma que se empleen las técnicas menos impactantes posibles. En este sentido vuelve a cobrar fuerza la bioingeniería, que pretende obtener objetivos estructurales, con cierto control sobre la libertad del cauce, con un mínimo impacto en los ecosistemas y la funcionalidad (ver el tema ¿En qué consiste y qué aplicaciones tienen las técnicas y materiales de bioingeniería?). Un ejemplo claro sería la sustitución de encauzamientos de hormigón o con escolleras, por otros encauzamientos “blandos”, basados en las técnicas de bioingeniería, que si bien van a restringir en buena medida la dinámica natural del cauce, conseguirán mantener en mayor grado sus funciones ecológicas. Estas técnicas también se aplican para “maquillar” actuaciones impactantes y lograr cierta integración ambiental de las mismas, pero la posibilidad de su uso no debe servir para justificar la ejecución de tales actuaciones. Las imágenes siguientes ilustran la diferencia entre ambos tipos de actuaciones. En la primera, se puede ver una actuación con doble encauzamiento con escollera muy impactante sobre las funciones ecológicas y los procesos dinámicos de un cauce en el Río Francolí (Tarragona) (fotografía de Tony Herrera).

Articulo TH 1 

En la siguientes fotografías se puede ver un ejemplo de del antes y el después de una actuación de encauzamiento y estabilización del cauce con técnicas blandas de bioingeniería en el Río Anzur (Córdoba) (fotografía de Mediodes, Consultoría Ambiental y Paisajismo, S.L.).

Articulo TH 2

Los principales impactos negativos de las intervenciones de encauzamiento y canalización de cauces basadas en el uso de escolleras y hormigón son:

  • Pérdida de la conectividad lateral del cauce (y en ocasiones con el freático).
  • Destrucción de la vegetación de ribera.
  • Anulación de los procesos de regeneración de las comunidades vegetales ribereñas.
  • Destrucción de micro-hábitats.
  • Reducción acusada de la biodiversidad.
  • Impacto negativo sobre especies animales que pueden estar protegidas o en peligro de extinción.
  • Incremento de especies oportunistas algunas de las cuales pueden ser perjudiciales para los intereses humanos.
  • Fuerte empeoramiento del estado ecológico (Incumplimiento de la DMA).
  • Aumento de las puntas de velocidad de corriente.
  • Anulación de procesos morfodinámicos (transporte, sedimentación, etc.).
  • Fuerte impacto paisajístico.
  • Generación de “falsa seguridad” en la población que pierde el miedo a las crecidas e inundaciones e invade con mayor facilidad las zonas de riesgo.
  • Problemas de descalce de escollera, rotura y caídas de muros de hormigón por un mal diseño de las intervenciones frente a caudales o situaciones extraordinarias.
  • Generación de conflicto social entre quienes solicitan y rechazan estas intervenciones.

Restaurar desde la gestión

Con frecuencia la población en general demanda “limpiezas” de cauces para evitar los efectos de avenidas e inundaciones que no tienen su causa inicial en el estado de la vegetación, o bien lo tienen porque la comunidad vegetal de la ribera ha sido alterada previamente por la acción humana. Las limpiezas de cauces, en general, son poco selectivas, y suele usarse maquinaria pesada (retroexcavadoras y palas mecánicas) para eliminar la vegetación de las riberas y dejar el cauce como un canal limpio por el que se pretende que se incremente la capacidad y velocidad de desagüe.

En primer lugar si estas actuaciones se llevan a cabo en tramos concretos y sin la correcta coordinación por parte del organismo gestor de la cuenca, se corre el riesgo de trasladar los efectos que pretendían evitarse a otras zonas, incluso con la posibilidad de incrementar el potencial de riesgos y daños. Por otro lado, estas actuaciones destruyen y alteran el ecosistema de las riberas e inciden sobre la dinámica fluvial alterando igualmente la geomorfología, y por tanto los equilibrios entre el caudal líquido y el caudal sólido de los cauces. Esto último puede tener importantes consecuencias por la modificación que puede acarrear de toda la dinámica fluvial.

En el contexto de sostenibilidad al que sin duda debemos aspirar y de igual modo, dentro del marco legal que establece la Directiva Marco del Agua, la gestión de los cauces debe entenderse en un nuevo paradigma adecuado a las nuevas prioridades que van más allá de considerar el agua como un recurso productivo y a los ríos como meros canales por los que dicho recurso discurre. En el ámbito concreto que nos ocupa debemos pasar del concepto de “limpieza de cauces”, a un concepto mucho más amplio de “conservación y mantenimiento de cauces”, que si bien puede incluir tareas de limpieza, igualmente contemplará otras actuaciones. Para más información ver el Desarrollo de Tema, Del concepto de limpieza de cauce al concepto de mantenimiento y conservación de cauces.

La restauración fluvial como oportunidad para luchar contra el problema de las inundaciones

A nadie que disponga de suficientes datos técnicos e históricos se le escapa hoy día que el problema de las inundaciones, que se ha visto incrementado en los últimos años, no es tanto una consecuencia del cambio climático (lo que no quiere decir que este hecho no influya cada vez con más frecuencia en el futuro), sino que se trata de un problema de gestión del territorio. La inadecuada ordenación territorial o la ausencia de la misma, ha permitido cambios en los usos del suelo y la construcción de infraestructuras que afectan a la dinámica natural de los espacios fluviales. Esto ha generado los efectos perversos que todos conocemos de inundaciones donde ya se sabía que algún día iban a producirse, o en zonas que anteriormente no comportaban estos riesgos pero que debido a la modificación del terreno por infraestructuras diversas, ahora si quedan bajo peligro.

La restauración de ríos puede interactuar con la ordenación territorial y convertirse en una herramienta idónea para evitar o paliar los efectos de este tipo de catástrofes. Por un lado, la recuperación del máximo posible del territorio fluvial supondría eliminar de forma directa los riesgos para quienes ahora ocupan este espacio. De otro lado, a través de la ejecución de proyectos de restauración fluvial, tenemos la oportunidad de generar zonas de amortiguación de las inundaciones, en las que se favorezca que el río inunde los tramos restaurados y de esta forma disminuya el efecto de la inundación aguas abajo, en zonas donde podrían producirse graves daños.

Resulta conveniente terminar este capítulo de la guía resaltando que la mejor restauración es aquella que no es necesaria de hacer. Afortunadamente aún quedan tramos fluviales que por diversos motivos han conservado una buena parte de sus procesos y funciones naturales en un buen estado. La conservación de estos tramos debería ser prioritaria. Así, las prioridades establecidas por la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos que aparecen en la siguiente figura, comienzan por evitar todo deterioro adicional y conservar y proteger el buen estado de los ecosistemas acuáticos.

Articulo TH 3