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Coloquio: "Agua, conflicto y política"

Cambiando imaginarios. La noción de lugar en la relación agua-política

 

Participantes: Julia Martínez (FNCA), Leandro del Moral (Mesa Social del Agua de Andalucía-FNCA), Martínez-Alier (UAB) y modera: Javier Rodríguez Ros.

Fecha: Viernes 15 de marzo

Lugar: Fundación Enric Miralles FEM, Ptge. de la Pau, 10 BIS, Ciutat Vella, 08002 Barcelona, España

Hora:  19:00-20:30 horas

Presentación

El mito del Mar Verde en la cuenca del Segura constituye un paradigma estético que sirve tanto para legitimar su ‘modernización’ como para defender su tradición. Por un lado, el lobby agroindustrial promueve la imagen de “la huerta de Europa” como un gran vergel necesario para abastecer un mercado internacional insaciable de productos hortofrutícolas. Por otro lado, grupos de regantes y ecologistas critican la radical transformación tecnológica, ecológica, social y territorial que conlleva esta mercantilización de su agricultura. 

¿Cómo han cambiado los regadíos que pueblan la cuenca del Segura? 

¿Qué ideales se esconden tras esta confrontación de visiones? 

¿Cómo afectan los cambios agrarios en las poblaciones y comunidades rurales? ¿Y en nuestra manera de conocer el agua y la agricultura?

¿Qué enseñan las distintas huertas de hoy sobre nuestra manera de entender las realidades rurales y agrarias?

Y sobre todo, ¿hay alternativas sostenibles? 

La comunidad-huerta: un espacio político

Para entender la dimensión de este cambio es necesario comprender el papel ecosocial de las huertas, su relación con el agua y su realidad política. Las huertas de la Sierra del Segura y muchos otros sistemas tradicionales de la cuenca son agroecosistemas que durante siglos han sustentado economías rurales locales, garantizando la sostenibilidad de los ecosistemas de los que dependen. A diferencia de los regadíos de las vegas del Segura, estas huertas fueron construidas al margen del poder centralizado desde (al menos) la época musulmana, constituyendo durante siglos lugares gestionados de forma autónoma por comunidades de regantes organizadas sobre la base de unos límites definidos por sus fuentes de agua.

La comunidad-huerta es por tanto un espacio de interdependencia entre regantes y cultivos marcada por el reparto del agua, y por tanto un espacio inherentemente político. Del modelo de comunidad-huerta depende la producción de alimentos e ingresos, pero también el equilibrio hidrológico del agroecosistema de la huerta (flujos de retorno, biodiversidad, temperatura ambiental y evapotranspiración, niveles freáticos) y por tanto la propia sostenibilidad de la comunidad-huerta.

 

Mares verdes

Modelos de desarrollo

Los modelos y experiencias de gestión del agua en el sureste y la cuenca Mediterránea son incontables, pero se está consolidando un modelo de regadío basado en la agroindustria extractiva, expansiva y exportadora que pone en riesgo la sostenibilidad ecológica de muchas regiones. En la cuenca del Segura tenemos por un lado un territorio prioritario (trasvase (y desal) y las vegas del Segura y Guadalentín) por el que se expande un modelo basado en la eficiencia y competitividad económica y que fomenta una mercantilización del agua e incrementa su demanda, como demuestran los estudios del ‘efecto rebote’.

Por otro, territorios de sacrificio (Altiplano, Noroeste, cabecera) en los que proliferan la extracción de aguas subterráneas y la inversión en una ‘modernización’ que muchos regantes cuestionan desde criterios económicos, técnicos y ecológicos y que han sido silenciados y marginalizados. En casos como Férez los regantes propusieron alternativas de menor coste, adaptadas a los policultivos tradicionales, pero se presionó para ‘modernizar’, cambiando radicalmente la estructura comunitaria de gestión del agua y aprovechando a expandir la superficie neta de riego al menos un 30% del área original. Aún en casos donde esta ‘modernización’ ha sido completamente subvencionada, los “pequeños” regantes son incapaces de producir de forma rentable y se ven gradualmente excluidos de la toma de decisiones en las comunidades, contribuyendo a desmantelar estamentos de organización social y control del reparto del agua. 

Frente a un modelo histórico basado en “límites sociológicos” definidos y controlados colectivamente (Pedreño Cánovas and Pérez Ibarra, 2008), la “modernización” de regadíos basada en la tecnologización y mercantilización del agua reproduce un modelo intensivo y paradójicamente expansivo; no sólo no ha disminuido la superficie regada en la cuenca, sino que ha consolidado demandas de tierras regables y se ha expandido a tierras de secano a través de diversos mecanismos que replican a escala regional lo analizado en Férez a escala local.

Imaginarios

La urgencia de los problemas medioambientales y sociales del nuevo modelo agroindustrial obliga a repensar sus estrategias de legitimación, que se basan en una resignificación del regadío acordes a una ideología neoliberal y que proyectan sus mensajes en la esfera social con el fin de construir hegemonía. El modelo de desarrollo expansivo se basa en generalizaciones (“la huerta”), metonimias (“los regantes”) y significados abstractos (“Agua para todos”). Desmontar estos imaginarios es esencial para construir lugares y comunidades basadas en principios de biodiversidad, de equidad social y de democracia deliberativa.

  • Una huerta es por definición un espacio de policultivos de frutales y hortalizas (y olivos en los casos de Férez y Letur). La segunda acepción según la RAE es “tierra de regadío”. Es esta última la que constituye el imaginario hegemónico (textual y visual) por acción de grupos de poder territorial (SCRATS, Proexport, Fundación Ingenio, etc., pero también CARM, CHS), y la que conviene a intereses externos a las comunidades para la explotación del agua basada en un modelo expansivo.
  • Comunidades de regantes como la de Férez – con sus luces y sombras, marcadas por dinámicas históricas de poder local – se fundamentan en sistemas compuestos por poderes separados de gestión, control y sanción (Junta de Gobierno, Sindicato y Jurado de Riegos) y una Junta General (Asamblea). La ‘modernización’ ha transformado las huertas pero también la organización del regadío: centralización de poderes, opacidad en los datos de gestión, externalización/privatización de servicios, cooptación y desuso de Sindicatos y Jurados de Riego, etc. Al transformar la comunidad-huerta en ‘cooperativas/SATs’ basadas en un uso mercantilizado del agua y gestionadas por ‘expertos’ (ingenieros, empresas privadas), el concepto de comunidad queda despojado de su significado, convirtiendo la comunidad en un simple conjunto de usuarios.

El patrimonio de comunidades como Férez es ecológico y político (y arqueológico), y su borrado contribuye a avanzar hacia una “huerta” insostenible. Cuestionar el modelo hegemónico es cuestionar el modelo agronómico pero también el orden sociopolítico local que transforma las comunidades de regantes. Algunas preguntas relevantes en este proceso de transformación:

¿Qué papel juegan los alcaldes y representantes de partidos políticos locales? 

¿Qué papel juegan los ingenieros (agrónomos, hidrogeólogos, civiles)? 

¿Qué papel juegan los individuos y empresas que ganan acceso al agua de comunidades con la ‘modernización’? 

¿Qué relaciones sociales se transforman e implementan en cuanto al manejo del agua? 

¿En qué manera cambia la participación de los comuneros desde la concepción y diseño del proyecto de ‘modernización’ hasta su ejecución y uso?

 

Caminando hacia la TINA (There is no alternative)

¿Qué modelo desarrollar? La pregunta tal vez sea qué lugares queremos construir: ¿lugares de vida basados en el patrimonio ecológico y cultural del agua o lugares de sacrificio para la producción intensiva? Buscar alternativas al modelo de desarrollo público-privado, el que domina y se expande por los territorios del trasvase y las vegas del Segura, requiere mirar a experiencias de gestión comunitaria y autónoma como las de las huertas de la Sierra del Segura, la Sierra del Agua, y todas las que se organizan al margen del control de poderes centralizados, estatales o regionales. 

En contraposición al modelo agroindustrial, ha habido numerosos casos de resistencia (en la cuenca y la península) al desarrollo e implementación de este modelo dominante, que se erigen en cierta manera como un modelo de regadío “tradicional” basado en la defensa de un espacio y unos valores (ecológico, socioeconómico) que proponen sostenibilidad frente al extractivismo. Sin embargo, su visibilidad mediática ha sido escasa, y los casos en que la comunidad de regantes se ha opuesto con contundencia la ‘modernización’ integral de regadíos o que defienden la necesidad de crear perímetros de protección de sus fuentes frente a la proliferación de pozos quedan sepultados por la agenda del “desarrollo” agroindustrial, que domina la actividad administrativa y política.

Revertir esa dinámica requiere una comprensión más profunda de las debilidades y fortalezas de las diversas experiencias comunitarias y sus interacciones con el sector público y privado. Desde una perspectiva de sostenibilidad y de justicia social es necesario reconsiderar los proyectos estatales de ‘modernización’ y la intrusión de empresas exportadoras en espacios comunitarios. Las experiencias de transformación del regadío revelan el importante papel que juegan las comunidades de regantes en la transformación de los ecosistemas locales y las economías rurales según diferentes modelos de gestión. ¿Qué tipo de comunidades de regantes se desarrollan a partir de la inversión pública (infraestructuras y subvenciones de reutilización, desalinización, etc.) y la explotación privada del agro (intensificación, exportación)? ¿Qué implicaciones ambientales conllevan estos modelos? ¿Qué críticas a la ´modernización’ hacen desde las comunidades y qué principios democráticos y de gestión social proponen para la sostenibilidad y la rentabilidad de sus huertas?

 

Conclusión

La ‘modernización’ basada en el modelo agroindustrial no solo pone en riesgo los ecosistemas, sino que reduce el campo de posibilidades políticas restringiendo los campos semánticos e ideológicos. La diversidad organizativa se reduce a un modelo tecno-administrativo que abduce la propiedad del patrimonio socioecológico de la comunidad-huerta. Salir de ese círculo vicioso impone la necesidad de revisar los modelos organizativos y de propiedad en los que lo público y privado prevalecen sobre lo comunitario.

El modelo de propiedad de la tierra del agua, las normas de reparto, las instituciones como los sindicatos y jurados de riego son mecanismos que pueden suponer “límites al desarrollo” o “límites de sostenibilidad”, según la perspectiva del análisis. Un desarrollo sostenible requiere de límites espaciales, hidrológicos, ecológicos y sociales, pero ¿existen los límites en las actuales políticas de regadío? ¿Qué papel real tienen? ¿Qué impide su aplicación? ¿Cómo construir lugares espacialmente determinados con claridad y con acceso transparente a la circulación del agua para todos los regantes, que incluyan la protección de los acuíferos y bajo el control de la/s comunidad/es?

 

Todo lo dicho anteriormente tiene su expresión artística en la Exposición "Mares verdes" de Javier Rodríguez Ros y que se exhibirá del 13 de marzo hasta el 31 de mayo en la Fundación Enric Miralles.

El programa completo de Waterspace se puede consultar aquí

 

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