Agua y Territorio están íntimamente interrelacionados. La primera como elemento fundamental del medio, origen y soporte de vida y de actividades económicas, y el segundo con sus dinámicas dependientes del agua que a su vez producen alteraciones en calidad, circulación, infiltración, etc. No obstante esta interrelación no ha sido suficientemente considerada desde las respectivas políticas y planificaciones sectoriales hídrico-territoriales, y aún hoy todavía existen grandes carencias. Desde una perspectiva histórica, será a partir de los años 60 cuando comiencen a oírse las primeras voces que hablan del agotamiento del modelo desarrollista; las consecuencias de las infraestructuras hidráulicas sobre el medio (afección a los ríos, sobreexplotación de los recursos subterráneos,…), la intensificación de los conflictos por el uso del agua, las sequías, el precio del agua… En esa etapa se empieza a hablar de la crisis del modelo de oferta (aumentar los recursos disponibles mediante las infraestructuras hidráulicas) planteando en contraposición un modelo más enfocado a la gestión de la demanda, que tiene una vinculación especial con la determinación de usos que define la planificación territorial.
Así mismo, el recurso agua ha adquirido un sentido más amplio y complejo que el meramente productivo, cambio reforzado por las exigencias planteadas por la Directiva Marco del Agua (2000/60/CE), lo cual implica también la necesidad de controlar las demandas y los impactos que determinan los usos del suelo y las diferentes infraestructuras definidas en la planificación territorial.
En este contexto, este apartado de la Guía propone abordar la compleja relación entre la planificación y gestión territorial e hídrica, mediante el estudio de diferentes cuestiones que vinculan al agua y al territorio, que condicionan en definitiva tanto su planificación y su gestión respectivas, como sus repercusiones recíprocas.