El regadío ha constituido tradicionalmente uno de los agropaisajes más característicos y emblemáticos en el ámbito mediterráneo. Es sobradamente conocida la importancia que desde antiguo ha tenido el regadío en el desarrollo de las grandes civilizaciones mediterráneas. Junto a

su innegable papel socioeconómico, los regadíos mediterráneos tradicionales y otros regadíos históricos han tenido - y tienen - también un importante papel ecológico y ambiental. 
Los regadíos surgen y se desarrollan en torno a los puntos y áreas - cuantitativamente escasas - con disponibilidad de agua, en particular en las vegas fluviales de inundación de los ríos mediterráneos y de forma más puntual, asociados a pequeñas fuentes y manantiales. Estas zonas se encuentran de hecho pre-adaptadas al regadío por varias razones:
• Disponen de recursos hídricos renovables a través del ciclo natural del agua.
• Disponen de suelo fértil de alta calidad agrobiológica, mantenida en el tiempo a través de las periódicas inundaciones, que aportan limos y nutrientes.
• Por ser llanuras de inundación, presentan características topográficas especialmente adecuadas para su cultivo e irrigación.
• Se hallan conectadas al conjunto del sistema fluvial y ecosistemas asociados.
En definitiva, los regadíos tradicionales se ubican en zonas cuyas características naturales determinan una elevada vocación agrícola y en particular una elevada vocación para el regadío. Esta elevada vocación natural para el regadío implica no sólo su gran interés desde un punto de vista socioeconómico y productivo, sino también una gran integración ecológica entre el regadío y los ecosistemas adyacentes, en particular el propio río.

 
 
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