Los Programas de Medidas del segundo ciclo de los Planes Hidrológicos y de los Planes de Gestión de Riesgos de Inundación recogen las medidas y actuaciones destinadas a reducir las presiones hidromorfológicas que sufren las masas de agua y a la mejora de la estructura y funcionamiento de los ecosistemas acuáticos. El objetivo de este informe es determinar la situación actual de las políticas del agua referidas a la restauración fluvial. Para ello se han analizado las medidas relacionadas con la mejora de las presiones citadas para poder determinar si son de verdad auténticas medidas de restauración o no. Otra parte del trabajo ha consistido en recopilar información sobre la inversión presupuestada y sobre el grado de implementación actual de las medidas.

Como conclusiones, se extrae que los Programas de Medidas van incorporando poco a poco el concepto de restauración fluvial pero el camino hacia una naturalización de los ríos es largo, porque muchas medidas estén alejadas de lo que se considera buenas prácticas en restauración. Además, el ritmo de ejecución de las medidas no va acorde a lo planteado en los RBMP y FRMP, lo que pone en duda la consecución de los objetivos ambientales de la Directiva Marco del Agua de cara al próximo ciclo.

 

Los trabajos recogidos en este nuevo volumen del Informe OPPA trazan un recorrido temático que va de las emergencias que la pandemia ha generado, o sencillamente evidenciado, al debate sobre una obra emblemática de una concepción de la política de aguas obsoleta. Por un lado, la necesidad de garantizar los derechos humanos al agua y el saneamiento, latente en ciertos grupos de la población, que emerge como una urgencia para la prevención del contagio, evidenciando carencias ocultas. Por otro, la obstinación de los representantes (incluidos políticos electos) de ciertos grupos de presión y parte de la administración hidráulica en defender una obra –el recrecimiento de la presa de Yesa- contra la evidencia de su inestabilidad y, por ende, de su inutilidad. La insistencia en apuntalar un modelo de producción agroindustrial, cuyo balance neto de gases de efecto invernadero y los efectos de contaminación de aguas y suelos, pérdida de biodiversidad, erosión, etc. que conlleva, han sido firmemente establecidos y están en última instancia en el origen zoonótico de pandemias como la actual, compromete el buen estado de los ecosistemas y la provisión de servicios ecosistémicos vitales. Pero, además, condena al atraso a los territorios que siguen apostando por la vieja cultura del agua. Atraso, entiéndase bien, no como posicionamiento en una senda predeterminada de progreso, sino como incapacidad para reconocer los problemas y abordar los cambios necesarios para superarlos.