En la década de 1950, las autoridades coloniales británicas desalojaron de sus hogares y tierras a más de
57.000 miembros de la tribu gwembe tonga para despejar la zona en la que se pretendía construir el embalse
de Kariba, uno de los más grandes del mundo. Ocho personas fueron asesinadas y al menos treinta y dos
resultaron heridas por la policía en la operación de desalojo, tan mal planeada como brutal.
Medio siglo después de que se construyera la presa, los tonga siguen sumidos en la miseria. Los lugares de
reasentamiento que les asignaron reúnen pésimas condiciones: en una zona árida, con escasos recursos hídricos
y duras sequías, tierras de escasa fertilidad y frecuentes plagas de mosca tsetsé. Las organizaciones tonga
siguen reivindicando ante los gobiernos de Zimbabwe y Zambia, y ante el Banco Mundial, una justa compensación
por medio siglo de sufrimiento.
La presa de Kariba, financiada por el Banco Mundial, se construyó principalmente para suministrar electricidad
a las minas de cobre de la actual Zambia y al creciente cinturón industrial que rodea la capital de Zimbabwe,
Harare. En cambio, los gwembe tonga, cuyos antepasados habían vivido a orillas del río Zambeze durante miles de
años, no recibieron ni siquiera electricidad de las grandes centrales hidroeléctricas de la presa ni agua del
enorme embalse.
Textos: Patrick McKully y IR
Fotografía: Karin Retief