Autor: Gustavo A. González Castañeda sj.
Fotos: Enrique Carrasco s.j
En Chalco, estado de México, viven más de cuatro millones de personas. Por este territorio cruza un canal de aguas negras, desagüe construido irresponsablemente por las autoridades. En enero de 2010, después de varios días de lluvia, el canal se desbordó e inundó las calles maltrechas del barrio.
Las aguas asediaron los comercios, las escuelas y las capillas; irrumpieron en las casas y se metieron a la cocina, la sala y los cuartos. Primero, los niños se preocuparon por no tener un espacio abierto donde jugar. Después, las madres se inquietaron ante la escasez de bienes. Más tarde, los habitantes se percataron que su espacio comunitario había sido invadido. Pero sólo en el momento en que la corriente tocó a sus puertas fue cuando supieron que se había violado lo más profundo de su intimidad, e incluso su seguridad. En algún espacio del caño en que se había convertido su hogar, flotaba en medio de la putrefacción la cama, el álbum de fotos familiares y la esperanza de una vida digna, mientras la seguridad y la salud de la familia se veían en peligro.
